sábado, 16 de enero de 2010

GIL DE BIEDMA EN LA PANTALLA

El cónsul de Sodoma, Sigfrid Monleón (2009) es el film que hoy nos ocupa y su complementario The greatest (El mejor), Shana Feste (2009).
Este último tiene ciertas reminiscencias con otro film, de gran éxito de crítica y público en su tiempo pero que a mí no me entusiamó, que fue La habitación del hijo. La muerte prematura de un hijo poco más que adolescente y el trauma que se asienta en la familia es el tema de esta película, en la que, como en toda película americana que pretende público y taquilla, los sentimientos, por lo general, no se narran con la fuerza desgarrada del cine europeo, con lo cual este film, sin desagradarme, me ha gustado menos que el anterior. Aquí, para aumentar el hueco del hijo aparece una adolescente que se ha quedado embarazada en la única relación sexual que ha mantenido con el muchacho -esto puede parecer una ironía pero no lo digo con tal ánimo-, aunque el amor ya prendió en ellos años atrás. Un padre que se refugia en los números para no aceptar la tragedia, una madre que obsesivamente sólo quiere conocer cómo fueron los últimos minutos de la vida del hijo y un hermano, que se siente aplastado por la sombra del muerto, completan este mosaico que, no podía ser de otra manera, termina felizmente.
El cónsul de Sodoma ya es otra cosa. No voy a entrar a valorar si es buena o es mala, cada espectador para eso es autónomo, pero sí debo reconocer que me ha gustado, aunque en ello, es evidente, influyen muchos factores. El primero, que Gil de Biedma es mi poeta favorito; el segundo, entiendo que es una película que agradará mucho más a todos aquellos que conozcan previamente la biografía del poeta y sean, así, capaces de entender las relaciones que mantiene el poeta con su entorno, desde la empresa familiar, a la relación con la gauche divine en "Boccaccio" y su intento de redención heterosexual.
Y entre esas relaciones la que se establece con Marsé quien, como siempre, ha puesto el grito en el cielo. A Marsé, que junto a Valle-Inclán y Cela, habita en el Olimpo de los elegidos más íntimos hay que perdonarle alguno de sus excesos.
Justifico lo del Olimpo. Pueden haber novelas mejores en el siglo pasado, las hay, que muchas de las que ellos han escrito, pero es difícil que un novelista sea muy bueno en más de cuatro novelas diferentes y cualquiera de los arriba mencionados -llámese teatro con Valle- lo ha conseguido. En fin, que ya sabemos que Marsé, personaje del film, se enfada con todo lo que huele a literatura y cine. ¿Qué diría Carlos Barral, también personaje, si la hubiera visto?
Concluyendo, el film es un recorrido breve pero esclarecedor para el profano en la vida de Jaime Gil de Biedma más allá del poeta, es un intento de indagación en el hombre atormentado y en el hedonista, en el ejecutivo de alta familia y en el bohemio. Tiene también la ventaja del recitado de alguno de sus mejores poemas que, esperamos, sirvan para que se acerquen a su obra quienes la desconozcan.

viernes, 1 de enero de 2010

De las frustraciones individuales...





Hoy van cuatro: Mal día para pescar, Álvaro Brechner (2009); 500 días juntos, Marc Webb (2009); La ventana, Carlos Sorín (2008) y la nefasta Singularidades de una chica rubia, Manoel de Oliveira (2009). Empecemos por la única que puede considerarse mala a pesar de estar firmada por uno de los grandes de la direcció europea.

El arte tiene que ser hijo de su tiempo y a Oliveira ya se le ha pasado el tiempo. Así, aunque intente dar una sensación retrógrada a partir de una ambientación del XIX, es evidente que la moral que subyace en el film no sirve y que es precisamente esa búsqueda de lo agenérico que tú dices, lo que aún deteriora más el resultado. Yo no sé si has leido a Eça De Queiroz, pero Oliveira le hace un flaco favor en la adaptación de este cuento porque Eça es uno de los escritores que mejor traza la psicología de los personajes, algo que brilla en su ausencia. Es por ello que la película es un mal pastiche entre una sociedad inexistente -quién va hoy en día a Cabo Verde a hacer fortuna- y un presente en el que no se pueden mantener las relaciones que se muestran. Sólo me quedo con el recitado de los poemas de Caeiro, sin duda, el más trascendente de los heterónimos de Pessoa. Una trascendencia que Oliveira, aunque ha elegido bien el poema de "El guardador de rebaños" no consigue alcanzar.

500 días juntos es una comedia distraída cuyo mejor argumento es la búsqueda de cierta innovación en la presentación de la trama a partir de una selección de esos 500 días en la vida de una pareja que no se centra en el clásico "chico busca chica", sino en analizar el proceso de cómo "chica se desanamora de chico", aunque al final, con un buen guiño, la vida sigue y el marcador de los días de la vida se coloca nuevamente a "cero". Es una película distraída y agradable de ver.

La ventana es el cine minimalista, en cuanto a trama, al que Sorín (Historias mínimas, 2002; Bombón, el perro, 2004 -¿Ya ha pasado tanto tiempo?, increíble). En realidad es otra "historia mínima", la de un hombre que afronta el último día de su vida, pero sin pesadas digresiones acerca del pasado. Simplemente trata de vivirlo como un día más, buscando la última libertad que la vida le puede permitir y, en cierto modo, reconciliándose con el hijo ausente. Es así de sencillo, como la vida en una hacienda de la Pampa.

En Mal día para pescar subyace la grandeza de Onetti y ese lugar mítico que es su Santa María. A partir de ahí la película está correctamente narrada y su directos sabe conducirnos por ese mundo de personajillos de segunda fila que van viviendo a salto de mata, pequeños truhanes que hacen del engaño y la estafa su medio de subsistencia. Pero más allá de la anécdota lo que cuenta el film es la historia de dos fracasados, aunque de ellos acaba finalmente por redimirse, y esos son los mejores momentos del film, en especial la conversación en la que Gary Piquer confiesa la verdad de sus arreglos. No es el film del año, pero se deja ver con un punto de nostalgia.

domingo, 13 de diciembre de 2009

AMODÓVAR Y LOS GLOBOS DE ORO

La comento ahora, a raíz de su nominación como candidata a los Globos de Oro, porque cuanod la vi no tenía esta página.
No voy a cuestionar, ni siquiera desde la opinión personal, el cine de Almodóvar, primero, porque soy un defensor de su cine; segundo, porque ha sido el director más importante desde la Transición y tercero porque es un genio, pero ni los genios aciertan siempre, y eso le ha pasado con Los abrazos rotos, del mismo modo que le pasó con La mala educación. No voy a remitirme a ese primer Almóvodar siempre fresco y rupturistay genial de Pepi, Luci, Boom..., ¿Qué he hecho yo...?, Atame, Mujeres al borde..., Matador, La ley del deseo, Kika, Entre tinieblas y ya en un cine diferente Tacones lejanos, Hable con ella, Todo sobre mi madre y Volver, todas ellas, en mayor o menor medida buenas películas, algunas excelentes, pero Los abrazos rotos es, fundamentalmente tediosa, aburrida y lejos de ese perfecto acoplamiento entre lo naturalista y el costumbrismo que presidía sus otros filmes, incluso sin ese punto de locura que tanto se agradecía. Eso sí, la ambientación y los escenarios es puro Almodóvar, pero sólo eso. Yo tuve la sensación mientras veía la película que el propio Almodóvar había decidido montar la película que yo veía como espectador como el despechado marido había montado la película del personaje de Lluís Homar, es decir, buscando deliberadamente el fracaso. Y no sé si quería ser un guiño, porque es verdad que las últimas secuencias ganan en calidad, pero esa es mi sensación, una película mal montada y mal construida.
No debería el manchego haberse enfadado cuando no fue nominado a los Óscar, porque, si bien es verdad que su película no era ni mejor ni peor que Gordos o el film de Coixet, esta película no es una buena cinta. Además, ahora cuenta con la nominación, pero qué puede contra la estupenda Celda 211 o incluso el film de Trueba. Sólo el peso de ser uno de los grandes del cine actual.

De "El baile de la Victoria" a "Moon", pasando por "París"



Para gustos colores, pero entiendo que la película de Trueba es mucho mejor que sus ex-competidoras españolas por el Óscar (Gordos y Mapa de los sonidos de Tokio), pero pierde a los puntos con el film de Campanella. En las fotografías dos debutantes frente a dos actores de peso, la siempre bella Ariadna y el inconmensurable Darín, a quien no hay papel que se le resista pues posee la habilidad de bordarlos todos con su sola presencia. En el otro lado Abel Ayala y Miranda Bodenhöfer, ambos, pero especialmente él, con una muy buena actuación. Pero a la historia, que no deja de ser un western con sus buenos y sus malos y sus arrepentidos que acaban lanzándose al abismo cuando ya no les queda otra salida en el alma, le falta por coser esos flecos que permiten que una buena película se convierta en una película magistral. Y es en esos detalles que no se acaban de hilvanar donde se le escapa la película a Trueba y la historia de dos ex-convictos que nadan entre el descubrimiento del amor (qué bonita esa frase que dice Ayala de que él no puede amar como en las películas porque no tiene dinero) y la muerte del amor, la necesidad de amar para el joven y la desesperación del desamor para ese hombre de una sola mujer que acabará por unirlos para dar el golpe de su vida.
Paris (C. Klapisch, 2008), sin acento según la grafía francesa, es una cinta que se me había pasado por alto y que ayer, alguien muy querido con quien había coincidido cuando vi el film, me preguntó si no me había gustado porque no me había referido a ella. De entrada debo decir que fui a verla con ciertas reservas puesto que ni L'auberge espagnole, traducida aquí por Una casa de locos, su película de más exito en España, ni Las muñecas rusas, me gustaron nada. Sin embargo, con un título tan adecuado para un francófono como yo, había que verla. Y no me disgustó, pero tampoco cambió mi opinión sobre este director que quiere abarcar mucho en su narración y termina por ofrecer un fresco variopinto y poco profundo de la realidad. En su parte positiva, París, ese tono de melancolía que planea sobre el destino de los personajes y la siempre divina Binoche.
Y en este viaje, antes de aterrizar en La Luna, dos filmes que tampoco han hecho mella: Tú eliges, el debú en la dirección de Antonia San Juan, una película cuya parte más sobresaliente son los monólogos interiores en los que la protagonista, la propia San Juan, realiza sobre la vida y que pierde mucho cuando busca ese tono de comedia, con tonos de Almódovar, en los que la pretendida frescura se diluye en una nada tediosa. Y tampoco me gustó el viaje de un emigrante hacia París que Costa Gavras cuenta en Edén al oeste (2009), un director que, pese a todo, siempre quedará en la memoria, que no en París, como el director de Z, película idolatrada desde aquellos años de la Transición en que la sangre joven hervía contra el mundo. Este film peca de ingenuo porque se construye a base de tópicos, aunque quizá bajo ellos subyazga la realidad.
Moon (Duncan Jones, 2009) es un film que en un principio no entraba dentro de mis planes pues no soy un amante del cine de ciencia-ficción. Y sin embargo Moon es una buena película que mantiene intrigado al espectador a pesar de no trascender físicamente al espacio claustrofóbico en que sucede y de la mínima expresión en los personajes que habitan esa base lunar, Sam, el humano que está a punto de regresar a La Tierra y un ordenador inteligente, pero a diferencia de HAL de 2001..., sentimental, tanto que es capaz de darle a Sam la pista de los clones y de tomar partido por él en el momento de la verdad. Es un film bien trabado argumentativamente que nos conduce con calma, pero con efectividad, por esa propuesta que invita a la reflexión, no falta de cierta ironía como apunta la frase final: "O es loco o un ilegal, así que sea como sea hay que encerrarlo".
Hasta otra.

domingo, 29 de noviembre de 2009


Si escribo para no olvidar, para qué comentar lo que no me ha gustado nada de nada, como Negro, Buenos Aires. Las que me han gustado: Partir (C. Corsini, 2009), Los condenados (I. Lacuesta, 2009), Gigante (A. Bienez, 2009) y muy mucho, Celda 211 (D. Monzón, 2009).
Partir, mientras la veía, me iba recordando aquella máxima de san Agustín que siempre ha sido punto de referencia en mi vida: Amoris mensura, sine mensura amare (La medida del amor es amar sin medida), y ése es el amor que siente la protagonista cuando conoce a Sergi López quien, como en sus mejores papeles, borda la caracterización de este emigrante español al que da vida. Sólo comprendiendo lo que se puede llegar a hacer por amor, porque el amor llega y entra y se mete en las entrañas y todo lo desbarata, se puede comprender el film. Los condenados se adentra en la memoria de la guerrilla maoísta peruana "Sendero Luminoso". La ambientación es perfecta y sobre ese escenario, con un ritmo lento pero adecuado, se nos conduce hasta el descubrimiento de una verdad que el espectador juzgaba imposible. Con referencias intertextuales se comprende mejor, aunque es un film afectivo. Lo mejor de Gigante es la propia historia que cuenta. La película es lenta, pero no queda otro remedio cuando la pantalla quiere ser la prolongación de la vida misma. Y eso es todo el film, vida trasladada a imágenes, especialmente en el comportamiento de Jara, el protagonista, un guarda de seguridad que vive el amor desde la timidez y reacciona siempre, en lo positivo y en lo negativo, como lo haría cualquier enamorado. Podría decirse que frente al film francés, que simboliza el "loco amor" a despecho de la vida misma, el film uruguayo interpreta de manera excelente ese sentir del amor que se vive en soledad hasta que revienta en el corazón, pero desde ahí sólo tenemos la última incertidumbre, magistralmente mostrada con un plano general de la pareja en la soledad de la playa.
Celda 211 es un film sólido, bien narrado, con un Tosar prodigioso y de un naturalismo que trenza la historia para que el espectador se sumerja en una violencia que queda patente desde el mismo inicio. A veces, se puede tener la sensación de que las coincidencias que provocan los acontecimientos son muchas, pero ¿no es la vida misma más increíble que cualquier historia narrativa? Y ¿no se apoyan las historias del lúcido Paul Auster en el encadenado de casualidades? Y son éstas las que en el film hilvanan los puntos de inflexión que permiten que la acción progrese en unos bloques que requieren constantemente la atención y la complicidad del espectador. Vale la pena verla, sobre todo para aquellos detractores del cine español, aunque, bien es cierto, Daniel Monzón siempre ha sido un buen director, pero tangencial.

domingo, 22 de noviembre de 2009

Un poco de todo: de Japón a Nou Barris


Sin duda, la mejor de las cuatro que hoy tocan, es Still walking (Caminando) -Hirokazu Kore-eda (2008)- quien ya nos deslumbrara con Nadie sabe (2004), aquella cruda y poética historia de cuatro niños que consiguen sobrevivir en la soledad de su pequeño apartamento hasta que la realidad exterior los golpea y destruye de raíz el mundo en que habitaban. Y mucho de eso hay también en esta excelente película. Hay una narración pausada de la realidad, buscando que la vida transcurra en la pantalla con idéntico pulso al de la vida real, sin estridencias, dejando que los personajes se desplacen entre su memoria y sus actos con la más absoluta naturalidad. Y sin embargo, debajo de esa neutra placidez familiar, todos los personajes desnudan su lado más falaz: la paciente madre no puede dejar de sentir deseos de venganza por el hijo ausente; ni el padre esa vocación de prolongarse en otros, ni la esposa viuda del personaje narrador el dolor por el despecho hacia su hijo... Todos, como en la vida, se mueven entre sus fantasmas interiores y la necesidad de convivir en una entidad tan llena de trampas como la familia, máxime si flota en el ambiente la figura del hermano mayor muerto. Es una muy buena película que se cierra con brillantez en una última reflexión que parece querernos conducir hasta el mito del eterno retorno.
Si cruzamos el Pacífico llegamos a España a través de América y allí, por el condado deBúfalo, nos quedamos con Tenderness, John Polson (2009), un film que sería inconmensurablemente mejor si no hubiera dejado tantos flecos colgando. Me explico, se inicia y se cierra de modo brillante gracias a unas estupendas reflexiones en off acerca del dolor y del placer que, perfectamente enlazadas con unas imágenes ciertamente evocadoras, permiten presagiar un film brillante. Pero cuando se pretende una película de intriga, el intento del teniente por demostrar que el muchacho es un psicópata articula la trama, no pueden quedar cabos sueltos. Admitimos que un policía no siga la pista principal (encuentro en la caravana) o que no vea el singular y enorme coche que busca en un aparcamiento semidesierto, pero que al final se sepa que todo se sabía de antemano rompe ese círculo de coincidencias que nos querían hacer creer y ahí se desmonta todo el film. Y sin embargo, el final es lúcido. Quizá hubiera sido un excelente corto.
Y en este vuelo llegamos a España, a Catalunya, a Barcelona, a Santa Coloma de Gramanet y finalmente a El Singuerlín, el barrio de bloques de colores enfilados en la montaña y con la fábrica Damm al pie del Besos. No es casual que lo conozca, un poco más allá está el cementerio de Santa Coloma donde están enterrados mis bisabuelos. Además, nunca olvidaré aquella mañana de invierno en la que tuve que ducharme con agua que bajaba de la montaña en el vestuario del campo de fútbol del Singuerlín, menos mal que ganamos. Pero antes de detenernos en una película del sello Rocha, intimismo, narración visual, historias corrientes, quiero que me recordéis que nunca más vuelva a ver una película de Ventura Pons. Siempre me lo digo y siempre pico. A la deriva (2009) es de las malas, y cuando digo malas quiero decir peores, como Anita pierde el tren (2000), Amor idiota (2005) una de las películas, junto a la Bámbola, Bigas Luna (1996), más idiotas que he visto o Animales heridos (2006), otra que tal. Y sin embargo ha hecho buen cine, sobre todo Ocaña, retrat intermitent (1978), uno de los mejores reportajes de la historia del cine español sobre aquel célebre travesti de Las Ramblas; o Amigo, Amado (1999), donde consigue un buen fin a partir de un ensayo de Ramón Llull, o La rubia del bar (1986), un film que atrapa por la plástica de sus imágenes y el imaginario que en él subyace, o Caricies (1997), en el que el éxito parte en gran medida del texto original de Sergi Belbel.
Petit indi, Marc Recha (2009) tiene todas las componentes ya descritas de su cine, aunque en este film, la trama gana peso con el recurso de la madre encarcelada y el plan, trágicamente desbaratado, que trama el protagonista para liberarla. Hay también un gran trabajo de los actores, especialmente de Eulalia Ramón y Marc Soto, Arnau en el film, el joven introvertido que posee un jilguero que es campeón de canto y en torno al cual se tejerá la desgracia. Como siempre Recha, El árbol de las cerezas (1998), un film que impacta por su lentitud y la fuerza expresiva de sus silencios, Pau y su hermano (2001) otro ejercicio de sinceridad narrativa ambientado en Los Pirineos, Las manos vacías (2003) un mosaico de vidas cruzadas en un pueblo al sur de Francia y, ahora que hablamos de jilgueros, también aparece un loro que cobra parte importante en la trama, o Días de agosto (2006), al que menos me ha gustado, pero que transcurre, en parte, por esta zona nuestra de la Franja. En fin, cine valiente, independiente, alejado de modas, pero con calidad y que nos retrotae a unas vivencias no desconocidas como aquellos bares en los que los domingos se juntaban els ocellaires con sus minúsculas jaulitas o los tiempos de las carreras de galgos en Barcelona. Tres había: el Meridiana (el del film), el de la Diagonal, donde una vez aposté y el de la Plaza España.

martes, 17 de noviembre de 2009

QUIERO TRABAJAR EN UNA CLÍNICA

Quiero trabajar en una clínica en la que se realicen abortos, aunque sólo sea como chico de los recados y colaborar en ese acto individual de dignidad femenina, sólo una mujer sabe si quiere llevar adelante o no su proyecto de maternidad, para que finalmente el obispo de turno me excomulgue y deje de formar parte de la Iglesia Católica.
Se les supone una formación, una vasta cultura, un conocimiento profundo del mundo y sus entrañas y, sin embargo, nos salen con las mismas patrañas con las que querían confundir a la gente en la Edad Media. La excomunión, la privación de compartir la Eucaristía, la expulsión última del Paraíso. No señores, no. Ya no nos lo creemos. Expúlsennos de su seno que ya no tenemos miedo del Infierno, ni creemos en la vida muelle del Cielo, ni vamos a sufrir en el tránsito del Purgatorio. Así que ya lo saben, yo, como Juliano, también quiero ser un apóstata.